“…Cuando
nació mi primer hijo me encontré frente a un ser ante el cual no tenía
secretos. Podía decodificar mi energía y mi mundo interno de una forma que me
hacía sentir totalmente expuesta. Todos mis saberes se derrumbaron ante su
llegada. Al principio, no encontraba respuestas en sus conductas:
¿Por qué no
duerme? ¿Por qué no se queda quieto ni un momento? ¿Por qué no puedo irme con
él a ningún lugar en que haya mucha gente sin que se altere?
Su extrema
sensibilidad y su dificultad para identificar y poner en palabras sus
emociones, me obligaron a hacer un profundo camino de introspección hacia mis
propias emociones no expresadas. A medida que me fui conectando más con mis
sombras Él se fue tranquilizando.
Y aún sigue
siendo el termómetro familiar. Es un espejo con muchas caras en el que todo su
entorno puede verse reflejado.
A partir de
su llegada mi percepción de los niños cambió. Descubrí nuevos códigos y formas
de vincularme con ellos a partir de lo que él me enseñaba. Pero lo que más le
agradezco es el profundo aprendizaje que hice de mí misma. Su presencia en mi
vida es un constante desafío ya que no me permite ampararme en ninguna estructura
que no sea genuina en mi relación con él y con el mundo.
Cuando nació
mi segunda hija yo estaba preparada para transitar una experiencia similar, sin
embargo la vivencia fue absolutamente diferente.
Ella abrió
mi corazón desde el momento de su llegada de una forma que nunca había
experimentado antes. Su presencia me permitió conectarme más con la tierra, con
el cuerpo y la concreción de los proyectos de una manera amorosa. Su alegría
nos inundó y su armonía nos ayudó a generar un ambiente donde todos pudimos
hacernos más responsables de quienes somos y descubrir para qué estamos juntos.
Ella puso luz en las redes invisibles que unen la trama y unifican los
corazones.
Cada uno de
mis hijos refleja un aspecto diferente y a la vez complementario de mí misma.
Su presencia en mi vida me permite revelar a cada paso aspectos ocultos de la
trama familiar y de mi propia conciencia mostrándome dos polos que parecen
opuestos pero que no son más que las dos caras de la misma moneda…”
(Sandra
Aisenberg)