Son
recibidos con amor y su cuerpo no tiene que llenarse de cortisol por ser
alejados de su figura principal.
Cuando
no dejamos que sean tratados como muñecos para tomarse la foto de turno y
exhibirlos como trofeos.
Cuando
respetamos sus horarios de sueño.
Cuando
tratamos sus pequeños cuerpos como el templo que es.
Cuando
les alimentamos con respeto.
Cuando
no les obligamos a exhibir etiquetas sociales para las cuales aún no están
preparados ( y lo aprenderán a medida que crezcan y demos un buen ejemplo)
Cuando
no les pegamos ni zarandeamos, cuando no les castigamos por conductas propias
de le edad.
Un
niño/a cuyo cuerpo ha sido respetado, aprende a respetarse y a respetar a los
demás.
Lo
demás, será un complemento, nuestro deber como adultos es cuidarles, amarles y
respetarles.
Janeth
Ivimas.
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