lunes, 1 de julio de 2013

¿A quien quieres más?

Una de las típicas preguntas que empiezan los “sabios adultos” hacer a los niños cuando estos interactúan más a nivel social (mi nena varias veces fue blanco de ellos…. Ya la primera vez se la hizo un tío, ella sólo se encogió de hombros y yo a veces estoy cansada de corregir conductas que no se deberían dar ni por equivocación, porque sólo repetimos los “jueguitos” que nos hacían de niños o que escuchamos por allí, de hecho yo misma me recuerdo haciendo esta pregunta a un sobrino, porque por supuesto era lo aprendido y yo ni siquiera era "adulto" aún.
Los niños no deberían ser blanco de estos ”juegos”, porque si llegan a entender la pregunta les ponemos a pensar en vano sobre el amor que le tiene a quienes le rodean, porque les metemos en el saco “de la competencia” desde ya y sin ninguna necesidad, y créanme que no exagero el decir que “esos juegos no son juegos”, los niños son seres puros, inocentes y carentes de maldad, ellos aman porque sale de su corazón amar, no es algo que podamos imponer o enseñar. El amor al igual que los niños es un sentimiento libre y no debemos permitir que sea sometido a medida y peso (debí decirle algo a mi hermano……..), porque no se puede pesar ni medir y menos someterlo a competencia con la pregunta en cuestión. La infancia aprende de los adultos y la primera no deber ser sometida a escrutinio y los segundos debemos velar por ellos, cuidarlos, protegerlos, velar por su integridad física y emocional, independientemente de nuestras carencias emocionales (porque amar a un niño nos sana emocionalmente), porque si nos ponemos la mano en el corazón, si buscamos realmente la verdad, encontraremos recursos más válidos para comunicarnos con los pequeños, para entrar a su mundo y compartir juegos y risas. No hace falta escudarnos en las burlas, las mentiras ni los remedos, típicas maneras de “comunicación” que suelen tener los “adultos” con los niños, simplemente podemos dejar fluir nuestro niño y ser respetuosos con el pequeño que está frente a nosotros, porque su manera de querernos es bella, cálida y transparente, por lo tanto si no quiere darnos el beso o abrazo pedido no nos molestemos con él y por amor a ese niño intentemos comprender y respetar su decisión, porque a nosotros mismos nos molesta cuando no queremos ser "socialmente correcto", pero nuestra "investidura adulta" nos obliga a serlo.
Los niños adivinan qué personas los aman. Es un don natural que con el tiempo se pierde. Charles Paul de Kock

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