sábado, 31 de agosto de 2013

Cuando falla la envoltura!!


La mayoría de las personas que recibimos un obsequio, lamentablemente no reparamos en el envoltorio, sino al contrario, lo rompemos ansiosos hasta hallar lo que más nos importa, el regalo. Aunque quien nos ha obsequiado seguramente se haya tomado el tiempo y el cuidado de prepararnos el presente de la mejor y más bonita de las maneras.
Siempre pensé en dar el más perfecto, perecedero, y único regalo que solo yo pudiera hacerle a mi hijo, y lo conseguí. Sin embargo me falló la envoltura. Sí, la envoltura. Solo espero que con el paso de los años, él también sea, lamentablemente, como la mayoría de las personas y que le dé más importancia al regalo y no a ese estuche bien cuidado, delicado y dedicado, con su lazo de satén colorido, y en su entorno lleno de mariposas que él se merecía. Espero que entienda que si no lo pude envolver no fue precisamente porque creyera que él no lo mereciera.
Mi hijo tuvo su regalo, sí. Ese tejido vivo e irreproducible aún en los más avanzados laboratorios de todo el mundo. Su envoltura, entiéndase mi regazo, mi pezón, mi piel, mi calor más directo, el ángulo más perfecto de mi mirada…y quizás otras tantas cosas que por inexperiencia desconozco, eso fue lo que falló.

Esta es nuestra historia :
Mamá y papá cruzan el mar y abandonan sus tribus (familiares y amigos), llegando a las Islas Canarias para comenzar una nueva vida con más oportunidades laborales, hasta que deciden formar su propia familia.
Parto provocado/inducido a las 36 semanas. Tras 26 horas, una de las noches más angustiosas de mi vida, (tanto que ni la oxitocina ha conseguido disiparla), y de toda la medicación administrada, llegó al mundo el pequeño Enzo, y pequeño no solo lo digo cariñosamente, 47cm y 2400gr. Mi felicidad era infinita, pero mi ignorancia en cuestiones de crianza, a pesar de ser enfermera, también.
De todos los errores que se cometen en atropello de la lactancia, con vergüenza les digo que creo que me salté muy pocos.

Mis errores (identificados con el paso de los meses):

Permití que me arrancaran a mi bebé de mi pecho nada más nacer. Recién había encontrado mi pezón, cuando tallarlo y pesarlo se convirtió en lo más importante para el personal sanitario, y como es el procedimiento habitual y yo era una ignorante, no me negué.

Permití que la primera noche de nacido mi hijo no durmiera conmigo. En el hospital donde nació existe “el nido”, donde los bebés son vigilados, alimentados e higienizados hasta su alta, que puede ser 24h después del parto, entonces ya se los queda la mamá, si ella especifica que quiere dar LME entonces se los llevan antes, como fue mi caso, pero al llegar la noche ante la insistencia prolongada de una enfermera conocida que alegó que yo necesitaba descansar y que por una noche sin mí no pasaría nada, que lo tendría el resto de su vida conmigo, cedí. El resultado fueron unos biberones cada tres horas en su primera noche de vida.

No entendí “a demanda”. Siendo mi bebé prematuro, estando al límite de peso y habiéndoseme administrado tanta medicación que parte fue absorbida por él, entre ella la epidural durante tantas horas, mi bebé no demandaba alimento, solo dormía. Y como no demandaba y a alguien le oí que los bebés recién nacidos quedaban exhaustos tras el parto y que era normal, pues no lo puse al pecho todas las veces que debí.
Recuerdo que siempre estaba pendiente a que despertara, a que buscara, a que hiciera el más mínimo gesto que me hiciera pensar que tenía hambre para ponérmelo, pero nada, y entremedio pasaban unas 6 horas, ahora sé que era mucho tiempo para él, entonces no lo sabía, ni tenía una tribu que me apoyara, yo estaba perdiendo más de un kilo y medio de líquidos al día y la cabeza me daba tantas vueltas que no me daba cuenta que el tiempo pasaba más deprisa de lo que yo percibía , me sentía muy feliz… pero atolondrada.

Aprendí con un buen golpe que un bebé no puede ni debe esperar. La succión de mi pequeño era débil e insuficiente, se cansaba y se dormía, yo lo estimulaba pero otra vez succionaba y se dormía. Al alta el pediatra me advirtió que al ser mi bebé pequeño seguramente no necesitaría la misma cantidad de alimento que un bebé a término, que no me obsesionara con la comida. Al principio lo intenté pero empecé a sospechar que no se alimentaba bien, e insistía en el pecho una y otra vez con el mismo resultado, succionaba un poco y se dormía nuevamente. En su 3er día de vida lo llevé al centro de salud y comprobaron que estaba hipoglucémico (los niveles de azúcar bajos). Había entrado en un círculo vicioso donde necesitaba comer pero no tenía la energía suficiente para conseguir alimentarse así que a modo de prevención y vigilancia nos tocó pasar 3 días en el hospital donde le dieron más biberones ya que al usar un sacaleches se comprobó que a mí no me había bajado la leche aún, no fue hasta el 5to día postparto que me la noté.
La culpa que sentía no tiene dimensiones, y el sufrimiento al separarme de él, menos aún. Me consideré la peor de todas las mamis y hasta pensé que la culpa la tenía yo por no ceder a darle un biberón a tiempo.

La famosa lactancia horaria también tocó mi puerta. Las recomendaciones al alta fueron un biberón de x ml cada 3h…y ahí dije “Hasta aquí” y comenzó mi transformación de mamá oruga a mamá mariposa. Tenía que hacer algo, no podía quedarme así sin seguir cuestionando todo y a todos, incluidos a mis colegas, sobre la crianza de mi hijo, debía tomar las riendas de una vez…y entonces cometí otro error.

Nosotros no hicimos el amor, lo nuestro fue una triste y patética violación. Del hospital salimos con lactancia mixta, allí me extraía la poca leche (10-15cc por cada seno) que me iba saliendo y se la daba en el biberón. En casa continué haciendo lo mismo. Hice varios intentos de ponerlo al pecho: barriga con barriga, ombligo con ombligo, cabeza recta y en el ángulo adecuado, mi brazo cómodo para evitar el dolor de espalda…estamos listos, ahora el pezón a la boca!!
Estaba tan preocupada por hacerlo bien que anulé mi instinto, mi lado mamífero y salvaje. Las veces que me succionó era una continua pelea contra el pecho, creo que lloraba porque conseguía sacar poco o nada. Además de que me dolía y me aguantaba, otro de mis errores. Para entonces creo que ya tenía la luego conocida confusión del pezón.
Recientemente leí lo siguiente de Laura Gutman: “Todas las madres, absolutamente todas, pueden amamantar a sus hijos. En vez de hablar de técnicas, horarios, posiciones y pezones, vamos a hablar de amor. Amamantar a nuestro hijo nos va a resultar sencillo si nos damos cuenta de que es lo mismo que hacer el amor: al principio necesitamos conocernos. Y esto se logra mejor estando solos, sin prisa. Cuando hacemos el amor con el hombre que amamos, no nos importa el tiempo, ni si el coito dura más o menos de 15 minutos, si estamos más en un lado de la cama o en el otro, si estamos arriba o abajo. No nos importa si lo hacemos varias veces en una hora o si dormimos agotados y abrazados todo un día. No hay objetivos, salvo amarnos. Cuando nace el bebé, el reflejo de succión es muy fuerte. Como su nombre lo indica, tienen el reflejo de buscar, encontrar y succionar el pecho materno. Para ello sólo se necesita que el bebé esté cerca del pecho. Mucho tiempo. Todo el tiempo. Porque el estímulo es el cuerpo de la madre, el olor, el tono, el ritmo cardíaco, el calor, la voz; en fin, todo lo que le resulta conocido. Como en los encuentros amorosos .que de eso se trata, necesitamos tiempo y privacidad. Las mujeres necesitamos entrar en comunicación con el hombre para acceder al acto sexual. No hay ninguna diferencia en el acto de amamantar. El bebé necesita estar comunicado para sentir el contacto y poder succionar, y las mujeres para producir leche y generar amor. Así de simple. Si recordamos que la leche materna no es sólo alimento, sino sobre todo amor, comunicación, apoyo, presencia, cobijo, calor, palabra, sentido... entonces nos resultará absurdo negar el pecho porque «no le toca», «ya comió» o «es capricho». ¿Acaso es capricho cuando necesitamos un abrazo prolongado del hombre al que amamos? Sólo el alejamiento de nuestra esencia nos conduce a pensamientos tan violentos hacia nosotras mismas y hacia nuestros bebés”. No fue hasta entonces que me di cuenta, con mucha pena tengo que decir, del poco tacto que había tenido para con mi bebé.

No pedí ayuda. El mayor de mis errores. Teniendo muy poca ayuda, con malestar general al recuperarme de una preeclampsia, y el hecho de que siempre me ha costado pedir auxilio, disminuyó mis ánimos para salir de casa. Debí buscar la ayuda adecuada, la necesitaba, pero lamentándolo hasta hoy, no lo hice.

De mamá oruga a mamá mariposa:
Después de todos los tropezones, del cúmulo de errores que algún día me perdonaré, continué poniéndome cada, las famosas 3 horas, el sacaleches al pecho. Alimentaba a mi bebé, lo dormía y me extraía para la próxima toma.
Recapitulando y recordando: Nació un 4, pasó del 6 al 8 en el hospital. Para el onceavo día del mes ya solo lo alimentaba con una toma de fórmula de las 8-10 que hacía al día, y sin perder la esperanza continuaba poniéndolo al pecho aunque con muy poco o ningún resultado. Al terminar el mes solo tomaba lactancia materna exclusiva y así se mantuvo hasta los 7 meses en que iniciamos la alimentación complementaria. Las tomas de leche continuaban siendo maternas.
Al extraerme de los dos pechos la cantidad llegó a ser el doble de lo que mi pequeño consumía, entonces comencé a hacer mi propio banco de leche. Conseguí congelar 57 tomas de 150cc cada una, para los curiosos sobrepasa los 8 litros. Llegué a extraerme a diario entre 750 y 800cc y mi pequeño tomaba con el paso de los meses una media de 600-700 al día, muchos días tomaba menos. Dejé de congelar por falta de espacio, no por falta de leche. Para que no bajara la producción después de haber hecho mi banco, la sacaba y la tiraba, una lástima, ya lo sé, pero era el precio a pagar.
Así se convirtió el señor Medela en mi aliado incondicional, siempre disponible para mí. Recuerdo que fueron 4 meses a mi disposición cada 3 horas. Mi bebé comenzó a dormir toda la noche a los 3 meses así que no requería las tomas nocturnas pero yo seguí despertándome en las noches un mes más. A medida que iba aumentando la cantidad de leche que producía fui bajando el número de veces que me extraía, así llegué a producir 180-200cc por cada pecho y ponerme de 3 a 4 veces al día. Mis tiempos con el sacaleches no eran tiempos muertos, aunque pudieron serlo los ocupé en algo productivo y con la distracción pasaba más tiempo que el que necesitaba para extraerme, creo que eso me ayudó a compensar la estimulación que me faltaba de la succión de mi bebé. Así comencé a investigar, a leer mucho. Mientras el sacaleches hacía su trabajo yo conocí a Carlos González, a Laura Gutman, a Rosa Jové y a muchos otros, y me empapé de ellos y cuanto más conocía más deseaba conocer, y pensé con mucha pena que sí, que nos pasamos la vida preparándonos para casi todo, menos para ser padres, debí haberlos leído antes. Descubrí que la forma en que mi instinto decidió criar a mi hijo la llamaban crianza con apego y al conocer esta página pensé en que yo también quería cambiar el mundo J
Alguna vez salíamos de paseo y las horas se extendían hasta la vuelta a casa pero por entonces disfrutaba de los misterios de mi cuerpo, de lo que nadie me había contado, ni siquiera en las clases maternales. Esa sensación de electricidad que producía la eyección cuando se iba acercando la toma me hacía sonreír en plena calle, me sentía viva, me sentía Madre y Mujer. Descubrí que a los 3 meses mis pechos dejaron de inflamarse y de gotear pero que sin embargo seguían produciendo la misma o más cantidad de leche, así que no le di importancia. Luego supe que eso era normal, que muchas mujeres pensaban después de eso que “se les había ido la leche” y tengo que reconocer que si no fuera por el señor Medela, por entonces yo también hubiera caído en ese error.
Después de 7 meses y medio en los que Don Medela y yo hemos hecho todo lo posible por alimentar a mi bebé llega el momento de trabajar, de reincorporarse a la sociedad que tan olvidada tiene las necesidades de los niños empezando por los lactantes. Tocó dejar de cuidar a mi hijo para cuidar a otros unas horas. Además de madre soy enfermera, una realidad que tengo que aprender a compatibilizar. Comienza el estrés de la reincorporación, del abandono de mi hijo, de la conciliación trabajo-casa-bebé-esposo…y no por ese orden. Comienzan los madrugones para sacarme la leche antes de salir a trabajar, las interrupciones en el trabajo una vez cada turno siempre que se puede, alguna vez he vuelto con el sacaleches intacto…comienza a bajar la producción de mi leche también por el agotamiento físico y comienza mi hijo a reclamar mi atención. Me echa de menos, como yo a él. No puede entender que después de horas sin vernos yo llegue de algún lugar y lo bese, lo abrace, lo mime y después lo cambie por sentarme con una cosa amarilla que hace ruido en vez de seguir estando juntos… Para quien da el pecho interpretar cuando desea el niño ser destetado creo, quizás desde mi ignorancia, que sería fácil. No conozco a nadie en mi caso así que aunque al principio me costó hacerme a la idea, pues me hubiese gustado continuar mínimo hasta después del año, he decidido interpretar su necesidad de aprovechar el tiempo juntos como su forma de destetarse, hoy ya suman 9 meses y medio y seguimos Medela, bebé y yo siendo un trío pero ya no me angustio por las cantidades ni los horarios. Siento que más que ese tejido vivo lleno de proteínas, inmunoglobulinas, enzimas, minerales, vitaminas, carbohidratos, grasas, hormonas y nucleótidos, mi hijo me necesita a MÍ. ¡Qué fácil hubiese sido ponerlo al pecho una vez llegada a casa y disfrutar justos ese momento!
Mi esposo, que apenas lo he mencionado, también ha compartido con Medela, nunca nos ha abandonado cuando en las noches su ruido lo despertaba aún teniendo que trabajar al día siguiente. Siendo criado con biberón en pleno boom de las leches de fórmula ha respetado mi deseo de alimentar a nuestro bebé con mi leche. Ha fregado biberones y extractores. Ha continuado con mis tareas cuando me tocaba parar para mi cita con el Señor Amarillo y me ha hecho sentir bien al confiarme que él no hubiera sido capaz de llegar tan lejos. Por todo eso aprovecho para darle las gracias.
Este escrito está hecho para todas, aunque en verdad espero que le sirva a aquellas a las que les ha fallado la envoltura. Yo puedo decir que en este siglo en que vivimos, otra manera más sana y natural que la leche de fórmula es posible, aún cuando paradójicamente sea este mismo siglo y sus avances quienes han puesto más difícil el arte de amamantar.

Yo mientras seguiré esperando mi segunda oportunidad. Algún día seré mamá nuevamente y para entonces, no sé si conseguiré instaurar la lactancia, pero de lo que estoy segura es de que no me permitiré cometer los mismos errores, y si aún así no lo consiguiera…siempre me quedará Don Amarillo y todas mis ganas de alimentar!!
Milexy

1 comentario:

  1. Que identificada me siento contigo, soy madre de mi primera hija también nació con bajó peso2420 gramos , fruto de una cesárea por oligoamnios y RCIU por insuficiencia placentaria en mayo de este año. Tuvo succión pobre, en la clínica donde nació si la pusieron en contacto piel a piel unos minutos mientras me cerraban los puntos de la herida. Lo bueno fue que acá ni existe eso de nido, durmió conmigo y no fue separada en ningún momento. En la sala de recuperación la enfermera nos dio consejos de como ponerla al pecho, pero por su succión pobre perdió más del 10% del peso en su 4 día de vida, por lo que la hospitalizaron por dos días porque también le dio ictericia por incompatibilidad de grupo, en esa hospitalización nos dieron unas técnicas para estimular su succión. Actualmente tiene tres meses y medio , muy buen peso, y estamos con lactancia materna exclusivamente, si me preocupa que l a próxima semana empiezo a trabajar. Vivo en Colombia donde lamentablemente no apoyan la lactancia, sólo me dan una hora al día para lactancia, ósea que ya no estaré 10 horas diarias en el trabajo sino nueve, hasta que cumpla los 6 meses. Cuando uno práctica lactancia materna exclusiva a demanda, se le hace una locura que sólo den una hora. No se que hare, ya tengo un banco de leche de 50 bolsas con 90 a 140 mL cada una, del problema es que mi nena ni quiere recibir el biberón con esta leche, hoy lo probamos con su cuidadora, me fui dos horas, y prefirió estar 4 horas sin comer, hasta que yo llegue no quiso comer. La conciliación es bien difícil, sobre todo en estos países donde no saben lo que es la importancia de niños bien criados por sus padres. Lamentablemente las mamis que dicen criar con apego, son abanderadas de quedarse en casa 100% para sus hijos, yo quisiera esto pero no puedo. Así que mi pregunta es? Acaso yo podré criar con apego a mi hija? Si no estoy todo el día en la casa? Cuéntame tu experiencia?

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