1. En general, intuimos lo que le pasa al bebé con algo de
antelación: «Sé que dentro de un rato
tendrá hambre, falta poco para que tenga sueño...». De 0 a 6
meses hemos de intentar anticiparnos a lo que pasará; así evitamos que suba su nivel
de estrés y eso es muy beneficioso para un bebé. A partir de los 6 meses los bebés pueden
gestionar un poquito más su estrés y no hace falta anticiparse, pero sí responder con prontitud.
2. Es posible que no adivine por qué llora el bebé o que él
esté muy sobrepasado y por ello cueste calmarlo. Entonces siga estos pasos:
1. Intente primero relajar al bebé: darle el pecho, el
chupete, mecerle, susurrarle...
2. Mientras, usted intente también mantenerse en calma.
3. Si usted pierde la paciencia, intente hacer turnos con
otra persona que sea muy próxima al niño (el otro miembro de la pareja, a
abuela, la canguro...) para que el niño se sienta seguro y se relaje.
En bebés pequeñitos se ha comprobado que todo lo que les
recuerde al útero materno va muy bien para tranquilizarles. Por eso, el estar
piel con piel con su madre, en un lugar tranquilo, sin excesiva luz, oyendo la
voz suave de su madre y acariciándole,
puede funcionar.
Hay una diferencia enorme entre una caricia y el masaje infantil.
Los masajes infantiles también funcionan muy bien en estos casos, pero por
experiencia no los recomiendo cuando el llanto del niño es muy descontrolado,
sino sólo cuando su malestar sea leve. Es mejor calmarlo primero acariciándolo
y, si queremos, después, una vez calmado, podemos hacerle un masaje relajante.
4. Permanecer con el niño Si no lo averiguamos, hemos de
tener el pleno convencimiento de que le pasa algo; por lo tanto, vamos a permanecer
a su lado e intentaremos al menos darle nuestro consuelo, ya que no podemos ayudarle más.
Rosa Jové
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